EVOCACIÓN: A FEDERICO
GARCÍA LORCA
Foto ARY
Federico, no saben que yo te vi morir,
en aquella hendidura de piedra y matorrales. En
soledad
rodeada de fauces expectantes, de corbatas batidas en
la niebla, de voces
repicando castañuelas quebradas,
de sueños sin aldabas
ahogados en la tarde cuajada de tu sangre,
cubierta con el grito
de tus negros de Harlem, cubierta con la angustia
de una niñez ambigua, de un por qué sin respuesta, de
un despertar
sin alba.
Federico, no saben, que yo te vi morir
en el árbol de tu llanto de niño, en las teclas
bronceadas del piano de Almería, en el tinglado
insomne de tus títeres cálidos,
y en la primera noche de tu voz encendida.
Federico, no saben ni la hora ni el día,
las pistolas colgando de arbustos chamuscados, los
rifles
oxidados, el rastro de serpientes escondidas, y aquel
olor a lluvia,
aquel mirar de noche desteñida, la semilla que nunca
tuvo nombre, y tu grito
colándose en la herida.
¿Eran lágrimas verdes, Federico,
cayendo entre los ríos de hojarasca?
¿Era la voz de los violines cálidos
temblando en la saeta de tu angustia?
¿Era la sombre del amor oscuro
perdida en la maleza de los odios?
El mar escupe espuma de tu llanto…tu
llanto, Federico desangrado,
tu llanto que se exprime entre los
surcos y estalla
entre los ojos violentado.
Federico, la luna está mirando, y tu
niño
la mira ensimismado, más allá de tus párpados que duermen
y tu recuerdo se la va llevando
en un presente lleno de pasados.
Federico, no saben que yo te vi
morir,
y del lodo brotaron limones y naranjas,
y tu cuerpo
encogido disimuló el disparo de sorpresa
que enmudeció tu risa aceitunada, y tu
musa pintaba tus cabellos de plata,
y
tu piano encendía el aire de luciérnagas,
y el toro de Granada desafiante
apunta al corazón de tus verdugos.
ARY