miércoles, 13 de diciembre de 2023

HOY ME CUBRÏ CON TU ABRIGO

                                                             Foto Ary



       

CON TU ABRIGO

 

Antonio Rodriguez Yturbe

 

Hoy me cubrí con tu abrigo. Era suave, como los sueños dulces. A veces hay que pedir prestados los abrigos, aunque no se le informe a su dueña. Es un préstamo totalmente inocente, pues a veces, las cicatrices se abren y la carne se impregna de frío. Y no hay otra cura que los abrigos que acarician el alma y calman la sed y sanan las heridas. No se encuentran en farmacia esos abrigos. Porque la gente se ha olvidado que la mejor medicina no son pastillas anti-depresivas, ni calmantes del dolor de cabeza, ni controladores de tensión.

Son tan difíciles de encontrar estos abrigos. Se puede pasar la vida sin darse cuenta que existen. Se puede entrar en las tiendas y revisar en las estanterías, y preguntar. Pero, ¿cómo explicar de qué están hechos…cuál es su naturaleza, su color, el material que los hace diferentes y únicos. Menos aun podemos pedir que los confeccionen. Sería como preguntar dónde se confecciona la paz, el cariño, la amistad, el amor, la ternura.. Dónde están los hilos para elaborarlos o las manos que los tejen. ¿Es que acaso se le puede pedir a las sombras que produzcan luz, o a los surcos vacíos que hagan florecer semillas?

Abrigos como el tuyo se fabrican con el corazón abierto, no en penumbras que ocultan secretos o con maquinas electrónicas que hacen trazados o cortan moldes que encajan en cuerpo prefabricados.

Abrigos como el tuyo nacen de la vida misma con que su dueña los delinea. Están hechos con la sensibilidad de la que se nutre la piel, con la sangre que el corazón distribuye en cada vena del cuerpo. Su molde adquiere forma con lágrimas y sonrisas. No requiere mediciones en centímetros, ni ancho de hombros ni curvatura en la cadera.

Su calor proviene de la transparencia de la mirada, que abriga más que cualquier ropaje de invierno. Nunca podría ser hecho en serie. Porque la dueña del abrigo es única, como único es su corazón e inimitable su sensibilidad

Por eso la belleza de su abrigo solo puede sentirse cuando se siente la belleza de su dueña. No hay otra manera de poder entenderlo

 

Antonio Rodríguez Yturbe

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