miércoles, 22 de octubre de 2008

ANDRÉS ELOY BLANCO:DIMENSIÓN DE UN POETA

Ponencia presentada en el Coloquio Internacional de Literatura Hispanoamericana. Universidad de la Sabana, Bogotá, 7 de Septiembre de 2006. Antonio Rodríguez Yturbe

Publicada en el libro: Miradas axiológicas a la literatura hispanoamericana. Piotrowski, Bogdan (editor) 2007. Universidad de La Sabana. Serie Valor y Palabra. Colombia, 2007.



Agradezco a la Universidad de la Sabana, al Comité Organizador de este Coloquio Internacional sobre Literatura Hispanoamericana y al Dr. Bogdan Piotrowski, su eje y motor, la gentileza, la confianza y el honor de invitarme a decir unas palabras sobre Andrés Eloy Blanco. Es una tarea en la que debo comenzar manifestando que estoy seguro de quedarme corto; no es posible abarcar dentro del espacio que me corresponde, sus múltiples facetas, como poeta, humorista, autor de teatro, orador y político, y como sembrador de una patria grande que todavía se sigue tropezando en su historia con líderes de papel, con maromeros cirquenses, y cantos de distorsionada cadencia, con una patria, para decirlo en sus propias palabras, "más poblada en la gloria que en la tierra/ la que algo tiene y nadie sabe dónde/ si en la leche, la sangre o la placenta/, que el hijo vil se le eterniza adentro/ y el hijo grande se le muere afuera"[1].

Andrés Eloy fue un poeta que desde muy joven sintió y vivió el dolor de la patria lacerada, primero en las vicisitudes de su padre, Luís Felipe Blanco, confinado por Cipriano Castro a la isla de Margarita; luego en carne propia, en su lucha vertical contra una dictadura que solo acaba con la muerte del Benemérito, con un pueblo sometido a tan férreo régimen, que espera una semana para salir a las calles, ante la duda de que se trate de una estratagema más del último caudillo. Y más tarde, como exiliado en México a donde llega en Agosto de 1949, desde Cuba, adonde había partido a raíz del golpe militar del 24 de Noviembre de 1948, contra el gobierno de Rómulo Gallegos. Es en Ciudad de México, donde fallece por causa de un accidente de tránsito, el 21 de Mayo de 1955, hace 50 años.

Y es que no podía ser de otro modo. El había nacido con la patria adentro, y ella corría por sus venas, y se hacia vida en sus palabras y se dibujaba en la semblanza que hacia de su pueblo, de nuestro pueblo, ya desde la diáfana, fresca y juvenil identificación del origen. El Canto a España es el encuentro temprano desde una juventud –tenía 23 años de edad- que entiende y comprende, que para amar a Venezuela no basta solamente respirar desde su entraña o contemplar su angustia y su grandeza. También es menester entender de donde proviene el aire que la arrulla, el verbo que la enciende, las raíces que la nutren. Por eso se hace necesario hundirse en sus aguas como condición ineludible para impregnarse de su voz: "Yo me hundí hasta los hombros en el mar de Occidente/ yo me hundí hasta los hombros en el mar de Colón/ frente al Sol las pupilas, contra el viento la frente/ y en la arena sin mancha sepultado el talón[2]".

Ese es el primer paso, buscar el sentido del origen, sentirse rodeado de una fuerza telúrica que escarba en su historia la razón de su presente, en donde va adquiriendo sentido la hechura del hombre. El cordón umbilical está allí, en la "noble encina española de los conquistadores"[3], en la España de siempre, la vieja y la nueva, porque de ella venimos, sustancia de ella somos, de la que "da una mano del Quijote en Lepanto/ y en Calderón descifra, como Daniel, la Vida"[4]. Al mismo tiempo, somos más que eso, una magnífica, volátil, compleja y hermosa mezcla, porque aquí Madre mía -como bien afirma el Poeta-, somos… "barro de tu barro/ lobeznos de Bolívar, cachorros de Pizarro, nietos de Moctezuma, hijos de San Martín"[5]. Y dándole forma, sentido y razón a esa historia y al actual presente, el núcleo de la fe cristiana, de una raza que al forjarla, "así Dios, aquél día, tomó el barro en sus manos, / y el barro tuvo lágrimas y floreció de amor"[6].

Cuando la patria es parte indivisible de la sangre y del espíritu, deja de ser una elaboración intelectual de problemas y soluciones, para convertirse en vivencia, y cuando la patria se vuelve vida, entonces se vuelve pueblo. Son años turbulentos los años estudiantiles de la segunda década del pasado siglo en esta golpeada tierra de gracia. Ocurre el cierre de la Universidad Central en 1912, se disuelve en el 14 la organización estudiantil. Andrés Eloy se gradúa de abogado en 1920. Lilina, su esposa, prima hermana de mi madre, le contaba a mi hermano José, que el Presidente del Tribunal Académico, al conferirle el título le dijo: "Ya el poeta tiene un escudo para andar por la vida[7]". Como dato curioso, defiende como jurista por ese entonces a Francisca Vásquez de Carrillo, quien le serviría a Gallegos, como la fuente de esa gran novela que marcó un hito imborrable en la literatura iberoamericana: Doña Bárbara. Describiría más tarde sus impresiones: Fui el abogado del barro antes del soplo[8]…. "Cazadora o devoradora, como el tremedal, como la brujería, como la tragedia, como las hondas leyendas que en torno al sitio y a su dueña tejieron las gentes y acendraron los miedos. Ya desde San Fernando me decían que era cosa valiente el dormir una noche en la casa del hato, a dos pasos de la alcoba en que dormía Doña Pancha. Y que era cosa de pavor el salir, al caer la media noche al gran corral de 'palo a pique' que se extiende al frente de la casa; porque allí está enterrado el toro negro de Mata de Totumo, que doña Pancha sepultara allí una noche de conjuros y rezos y exorcismos, para que fuera su fantasma el guardián de las puertas, el astado sereno de los sueños"[9].

El pueblo son los brazos y piernas del poeta, son los hijos en marcha, es Juan Bimba en los pueblos de los Andes, o en el ardiente sol del Sur del Lago, o en el llano infinito. Es también el lomo del negro como su conuco abriéndose en picas, abriéndose en surcos, confundiéndose con la tierra que lo cargó en su nacimiento, en una conjunción trágica de encuentro y retorno. El mestizaje y la fuerza telúrica de un mundo caribe, se plasma en ese doloroso poema de La Juana Bautista "...que venga la noche a acompañarte en la playa/ y te enrolle entre sus muslos y te rejunte en sus ancas/, la noche de tu merengue/ la noche de tu parranda/ la noche barloventeña/ la noche venezolana/ tuya, tuya, tuya, tuya, /zamba, zamba, zamba, zamba"[10].

Son los años duros de la represión de Juan Vicente Gómez. La Rotunda va a convertirse en el oscuro recinto de aquellos que luchan contra el régimen del dictador, de aquellos que sueñan con una patria grande. La pequeñez, la adecuación a las circunstancias para ensayar globos de sobrevivencia o esquemas acomodaticios de preservación de espacios políticos, nunca estuvo ni en el sentir, ni en la mente ni en la palabra de Andrés Eloy y de otros, que como él, pusieron por delante el Gloria al bravo pueblo como canción de cuna y verbo de combate. Allí cae preso Andrés Eloy en 1928, el gobierno lo acusa de editar El imparcial, periódico clandestino en que se mofa y zahiere al gomecismo. Antes participa en la Semana del Estudiante, aquella en la que es coronada Beatriz I y Jóvito Villalba, estremeciendo a la juventud venezolana, lanza como saeta aquellas palabras de fuego: Padre nuestro Simón Bolívar/ Padre nuestro Libertador/ como han puesto los esbirros/ tu Santiago de León.

La dureza pero también la templanza, la solidez interior de esos duros años, -está en La Rotunda hasta 1929, y luego dos años más en el Castillo de Puerto Cabello-, se encuentra plasmada con fuerza y claridad en Barco de Piedra, titulado así en simbólica alusión al Castillo Libertador. Esta es una obra central para comprender la lucha por la libertad de quienes concebían la política como entrega a los más altos ideales de servicio, en función de hacedores de patria, sin componendas ni compromisos. Es también un libro para meditar, con una visión que va mas allá de las cárceles, del vidrio molido, de la tortura de los carceleros y la pesadilla del tambor. Un libro para releerlo en estos años que se intenta conculcar no ya la libre expresión de las ideas, sino –más grave aún-, nuestra forma de ser y de pensar y hasta nuestra propia raíz humanista cristiana.

El canto de los hijos en marcha, escrito en mayo de 1929, apenas ingresado al Castillo de Puerto Cabello, no es un poema de desaliento, menos aún de derrota. Todo lo contrario, dentro de las precarias condiciones de la cárcel, en el marco del sometimiento a vejámenes y torturas, con los tristemente famosos grillos y las incontables privaciones, nace un poema con la certidumbre de la gravedad de la situación, con el realismo de la posibilidad no hipotética de la muerte, y con la clara conciencia del hombre que en su entrega a su ideal de patria, también guarda en su ser el espíritu indomable de quien no tiene conflictos de ambigüedad en su razón de lucha, su sentido de pertenencia y sus lazos de sangre. Todo el poema es la expresión de esa fuerza interior, que lleva pueblo, patria, familia, humanidad y capacidad de soñar en grande en cada palabra: "Madre si me matan/ que no venga el hombre de las sillas negras/, que no vengan todos a pasar la noche/ rumiando pesares mientras tu me lloras (…). Lléname la casa de hombres y mujeres/ que canten el último amor de su vida, / que ardan en la sala flores impetuosas/ que en dos grandes copas quemen melaleuca, / que toquen violines el sueño de Schuman (…). Madre si me matan/ no me entierres todo/, de la herida abierta sácame una gota/, de la honda melena, córtame una trenza/ cando tengas frío, quémate en mi brasa/ cuando no respires suelta mi tormenta (…) Ábreme la herida, ciérrame los ojos/ y tráeme un pobre hombre de algún pobre pueblo/ y esa pobre mano por la que me matan/ pónmela en la herida por la que me muero"[11].

Esos años oscuros, años de insomnio y angustia, de no saber si el día siguiente será el ultimo día, si la imagen de la familia o de la esposa o de la novia, se quedarán en imágenes, el temor a que el desvarío pueda adueñarse de la mente o la enfermedad deteriore las fuerzas ya menguadas, todo eso está presente en el corazón de los que allí sufren cárcel. Andrés Eloy capta como nadie el fantasma del deterioro emocional, de la crisis que puede devenir en locura ante tantas privaciones. La pesadilla del tambor es la pesadilla de la Rotunda, del Castillo de Puerto Cabello, de la angustia de quien ve cercenada su libertad por predicar -oh paradoja- el derecho a ejercerla en sus diversos campos. Es por igual, el recuerdo de los carceleros, de los asesinos, de los dolientes, de los olvidados, los desterrados y los conjurados: "Adolfo Bueno. Díaz González. / Cien días. Mil días. ¿Cuántos días preso?/ Bueno. Días González. / Preso: cuándo sales? (…) Vidrio molido. / Bola y cadena. / Viene Velazco. / Viene Requena. / Vienen Pimenteles. / Vienen Tarazonas. / Vienen Colmenares. / Veinte. Treinta. Cien (…) Tocorón. Tocorón. Tocorón. / Chacón. Chacón. / Parra Picón. / Parra Picón. / Parra Picón…"[12].

También es Barco de Piedra un libro hermoso. Porque en el se respira no solo la piedra de las mazmorras, el hambre de justicia, la soledad del aislamiento. Cuando se tiene fe, hasta las condiciones más dramáticas, pueden ser motivo de una meditación, y hasta de una acción de gracias. No se trata de premiar a quien hace daño ni de colocar la otra mejilla, sino de entender que todos los caminos, cuando se piensa con visión de trascendencia, se viven en función de eternidad. La Dedicación de la mañana a Jesús de Galilea, es un claro ejemplo: "Jesús, mi comandante/ suprema fórmula de hombría/ flor de Varón en la perfección última/ As de los Ases: /a la hora de salir el sol, / yo te ofrezco el levante de mis ojos despiertos/ y la semilla henchida de mi primera idea. /…Por la noche bendita en que me hicieron preso/ gracias. Por la sed y los grillos, la desnudez y el hambre/ gracias. …Porque sin merecerlo, Tú, mi jefe y amigo, me empujaste a la marcha entre los dedicados/ y me estás regalando mi manjar de deber/ por mi signo de fe clavado en tus vanguardias/ gracias. Y ahora/ el pan más duro y con la sed amarga/ dánosle hoy/ y hasta la playa en sed, como una boca/ ven caminando sobre el pan salado/ caminador del mar, flor de las olas"[13].

Nada surge de la nada, la base de todo planteamiento de vida, de un ideal de justicia, de una conciencia social, el sentido de la vida, la entrega, no le llega a Andrés Eloy por osmosis. La base familiar es la estructura, la familia unida, raíz y tronco irradiador de ese mundo que nos es tan propio, y que abarca mucho mas que el padre, la madre y los hijos; que contiene también a las ramas de ese árbol que se expande y florece en el contacto diario, en las vicisitudes, y cuya savia es parte de un modo de vida, de una concepción del mundo y de la sociedad, lo vive el Poeta desde su infancia. El ejemplo del padre generoso aflora en los recuerdos del hijo, del padre que se da a quien lo necesita, y cuya recompensa es el saber que se está haciendo lo debido, lo que corresponde. No es necesaria una larga biografía para entender de donde le viene a Andrés Eloy su pasión de patria, su vocación de servicio. Bastan unas pocas palabras, una pequeña y sencilla pintura de evocación paterna: "Sería bueno dar comienzo a estas líneas preguntando a los viejos y a muchos jóvenes del oriente de Venezuela y Caracas, si recuerdan a mi buen padre, al Doctor Luís Felipe Blanco. Sería bueno también preguntarles que clase de hombre era……médico en cuerpo y alma, maestro en alma y cuerpo. Fue director de escuela, profesor de griego, de latín, de historia, fue durante largos años director del hospital de leprosos de su tierra sin cobrar sueldo alguno; fue profesor de patología y de pediatría interna de la universidad; fue revolucionario contra Castro; cayó preso; le confinaron en Margarita; allí cobraba por asistencia médica gordas gallinas y totumas con huevos, y cuando llega a Caracas a educarnos, fue médico de la casa de beneficencia con trece reales diarios"[14].

Se ve clara la siembra que deja el padre, y que el hijo recoge y trasmite. Es la entrega a los que menos tienen, es la herencia de la hidalguía, es la aristocracia del honor. Cando el padre muere, deja su casa hipotecada, después de haber trabajado más de medio siglo. Y los hombres de la familia que pudieran colaborar para pagarla están presos o exiliados. Hubo que vender la casa para terminar otra. Pero también la nueva casa hubo que hipotecarla. Con esa chispa tan nuestra, tan venezolana, tan caribe, decía Andrés Eloy: "Y todavía lo está. Es una hipoteca que acaba de cumplir diez y ocho años. Ya va a poder votar, gracias a la bondad de nuestro acreedor, más amigo que acreedor"[15].

No sólo es el padre que con su vida enseña. Está también la madre, amor y entrega por sus hijos, rectitud de pensamiento y templanza de carácter. Narra el Poeta, que durante un tiempo en que la casa pudo ser alquilada, Doña Dolores Meaño, por voluntad propia, suspendió la ya frugal pensión que le habían asignado como viuda de Luís Felipe Blanco. Era difícil no seguir el ejemplo. Y ciertamente Andrés Eloy lo siguió.

El amor a la madre, a las hermanas, el respeto a todo aquello que simboliza la mujer en su más profunda dimensión humana, es parte inseparable de la vida del poeta. Es parte de esa herencia de vida, de esa mezcla tan hermosa que nos une y configura dentro de nuestra diversidad. A dos años de su luz, ese hermoso poema que sangra por la herida que dejó la pérdida, por la ausencia del hijo errante en una conjunción de patria y madre, en la inseparable unión del amor filial y el amor a la tierra, despliega con fuerza que rompe las palabras ese cordón umbilical siempre presente: "..Playa, montaña y llanura, / patria con la madre entera/ tan pegada a la cadera/como un hijo en la cintura, / y una luz que no le hiciera/tan negra la sepultura (…) Hermanas, vuelvo este día/ con Ella y la Patria juntas/ y la estrella de diez puntas/ de su mano entre la mía, / sin respuestas, sin preguntas, / sin un odio todavía. Porque la ausencia despierta/ en mi esperanza cautiva/ ese olor de patria viva/ que dejó la madre muerta"[16]. Este es un poema escrito en La Habana en octubre de 1951. Pero que sin embargo, su raíz, esa raíz esencial que marca desde sus inicios la vida del Poeta puede sentirse muchos años antes, en sus poemas de juventud, cuando a sus 24 años, escribe su Regreso a la madre, aparecido en su poemario Tierras que me oyeron, que conjuga dentro del amor a su madre, la reverencia a todas las madres: " Todas son una sola, para el dolor desnudas/ (…) Madre en este coloquio feliz de mi regreso/ dos cielos bendigamos/ la Patria, donde nuestro corazón está preso/ la Madre, que es la Patria que primero habitamos…Y déjame dormir sobre tu traje/ sobre tu vientre, escena de mi primera aurora,/ para soñar que voy por un ramaje/ donde se oculta un nido con un pichón que llora…"[17].

Los avatares de vida en una Venezuela convulsionada, en donde se escogió el camino más noble del servicio, pero el más difícil de cristalizar en una época histórica en que la defensa de los principios, tenía como resultado terminar construyendo carreteras bajo la mirada acuciosa de los esbirros, o llevar la marca de pesados grillos que podían infligir vejaciones en el cuerpo pero no en el alma, al menos no en el alma de los grandes de espíritu, -del abrazo mortal con la sombra salió salva y tostada la suave piel del alma nacional[18], fueron sus palabras cuando se lanzaban al mar los grillos del Castillo de Puerto Cabello-, también marcaron la poesía de Andrés Eloy. Una poesía y una acción de patria que hoy nos impone, -porque los muertos mandan, y la Patria lo exige-, claras definiciones. Cuando contemplamos a una Venezuela que se pierde en intrigas de anónimos carujos, y ante el peligro cierto y presente de cambiarnos el rostro de una patria erguida y libre por la pantomima de desfasados actores de reparto en la ejecución de una obra que no tiene cabida en nuestro ser de pueblo, hay que recordar esas palabras de Andrés Eloy: "Hemos echado al mar los grillos de los pies. Ahora, vayamos a la escuela a quitarle a nuestro pueblo los grillos de la cabeza, porque la ignorancia es el camino de la tiranía. Hemos echado al mar los grillos en nombre de la Patria. Y enterraremos los de la Rotunda. Será un gozo de anclaje en el puerto de la esperanza. Hemos echado al mar los grillos. Y maldito sea el hombre que intente fabricarlos de nuevo y poner una argolla de hierro en la carne de un hijo de Venezuela"[19].

No solo en Barco de Piedra está presente la angustia de la patria herida y de la patria que se quiere construir. Ya desde Poda, que lleva tal nombre justamente porque a partir de allí, quiere podar el facilismo de versificador que en él se da naturalmente, en la búsqueda de una mas lograda expresión propia, que terminó siendo expresión de pueblo, ya desde allí su vocación de siembra en esta tierra, con los principios por delante, y la geografía y el pueblo de Venezuela configurando su piel, se puede sentir. Ya se vislumbra al Poeta en proceso de decantamiento, en búsqueda de una voz propia, que termina confundiéndose con la voz de los hombres y mujeres de esta tierra. Para decirlo con palabras de Miguel Otero Silva, "Venezuela era un camino, en verdad, que andaba buscando su poeta desde que comenzó a vivir como nación libre. Y que no llegó a encontrarlo, me arriesgo a mantenerlo, ni en las esplendidas estrofas clásicas de Don Andrés Bello, ni en la depurada y conmovedora marejada romántica de Pérez Bonalde, ni en el aquilatado y luminoso nativismo de Lazo Marti, ni en el armonioso estallido de nuestros mejores modernistas, ni en el torrente multiforme de las últimas generaciones. Son todos poetas legítimos, magníficos poetas algunos de ellos. Pero ninguno encarna, como lo encarna a todo trance Andrés Eloy Blanco, al poeta de este pueblo y de esta tierra, al poeta cuyos versos repetimos los venezolanos a media voz cuando amamos, cuando sufrimos y cuando combatimos"[20].

A Baedeker 2000, dedicado "al hijo de mi hijo, padre de la divina muchedumbre"[21], lo concibe el Poeta como un libro de evasión. Ante la espantosa realidad del presidio de Puerto Cabello, busca plasmar en esa obra un recorrido vanguardista y futurista. Un mirarse a si mismo como pasado, dentro de la construcción de una patria nueva. La ve y la dibuja en el hombre sencillo de los pueblos diseminados a lo largo y ancho de esta increíble geografía Y ese hombre se llama Pedro Ruiz o Juan Álvarez o Natividad Rojas, pero se llama Juan Bimba. Que es nada mas y nada menos, que el nombre del pueblo de Venezuela…"Tenía veinte caballos; / la revolución le llevó diez, / para perseguirla, / el gobierno se llevó los otros diez; / y cuando no tuvo nada/ se lo llevaron a él"[22].

En su etapa de confinamiento, -esa peculiar e indignante modalidad del régimen gomecista, que también sufrió su padre, después de abandonar el Castillo de Puerto Cabello-, llega primero a Timotes y después a Valera. Allí va con su madre y sus hermanas, la familia siempre presente. El temor que se escurre por los huesos de los timoratos y de los adulantes del régimen, le hizo cuesta arriba el diario trajinar. Ocurren percances, provocados por el 'celo' de los funcionarios policiales, Duros tiempos en que por el solo hecho de irlo a visitar amigos y viejos compañeros resultaban presos. Es en Timotes que escribe el Canto mural para el maestro de escuela[23], que dedica a Pompilio Oropeza. De su estancia en Valera queda Carvajal: "Páramo de ancha mortaja/ cadáver de frente fría/ Motatán de misereres/ Carvajal: vela encendida"[24].

Y en ese mundo de monte andino, con pueblos que miran mas allá de las nubes, con sus mejillas rojas y su mirar adusto y directo, con su gente sencilla y sufrida, que le escarba a la tierra su pan de cada día, el ciclón de la Venezuela montonera también dejó su marca de destierro, su punzante aguijón de familias en duelo y sueños truncados, y madres sin hijos y novias que se quedaron esperando, mientras la polvareda de los caballos delineaba los caminos de la ausencia. La pintura de esa aguijoneante realidad, de un país en tránsito, se descubre en su doloroso drama en el Palabreo de la loca Luz Caraballo, que deambula de Chachopo a Apartaderos con violeticas de mayo y carneritos de enero. Es la imagen del hambre de la tierra, de la locura del desencuentro, del desarraigo familiar y la violencia de un país que todavía se está buscando: "La cumbre te circunscribe al solo aliento del nombre/ lo que te queda del hombre/ que quién sabe donde vive (…..) El hambre lleva en sus cachos/ algodón de tus corderos, / tu ilusión cuenta sombreros/mientras tu cuentas muchachos (…) Tu hija está en un serrallo, / dos hijos se te murieron/ los otros dos se te fueron/ detrás de un hombre a caballo. / La Loca Luz Caraballo/ dice el decreto del juez/ porque te encontró una vez, / sin hijos y sin carneros, / contandito los luceros:…seis, siete, ocho, nueve, diez…"[25].

También es el drama de la Recluta, del obligado a participar de un destino para el que no había nacido, en una tierra donde se considera mas importante saber como se empuña un fusil que la cadencia de las letras, como se asesina un futuro que la esperanza del padre realizada en el hijo. Es la agonía de la tierra huérfana, el grito de la voz que no nació. Es por eso el llanto inconsolable, la herida lacerante de la patria vapuleada, porque la patria es el pueblo: "Quién le va a secar el llanto/ si pasó la Comisión/ y le dejó el corazón/ como capilla sin santo (…) Mire se llevo la vaca/ mire, se llevó el te quiero, / se llevó el ay que me muero/de media noche en la hamaca, / se llevó la guacharaca/ la manta de guarnición/ la promesa de varón/ en el hijo prometido/ mire, se llevó el latido/ y me dejó el corazón"[26].

Andrés Eloy está refiriéndose a una Venezuela, que aun se encuentra a medio tramo entre el país agrario y un país que está empezando a construirse en las ciudades, a una tierra, en que todavía prácticamente el 70% de su población es analfabeta. Un país que lo vio nacer en el medio de una montonera y que no ha cesado de vivir en turbulencia. "Nací en una revuelta, / viví en una Revolución."[27], diría en su Autorretrato.

En ese país, se fue formando y forjando su corazón de patria con sangre de poeta. Y su vida fue un permanente enseñar en el aula que contiene la geografía venezolana. Antes que tribuno, antes que humorista, antes que ensayista, Andrés Eloy fue Poeta, que concibió a la poesía como un freno a los años tormentosos de la historia, contra la venta de las conciencias y el silencio de los cómplices, como la palabra lanzada al llano, la montaña, las ciudades y los caseríos del pueblo, para que penetrara en el alma de Juan Bimba, para que serpenteara por la savia nueva de una patria que estaba y está por construirse.

Ni aún en sus momentos más duros le abandonó la promesa de futuro, ni la palabra de aliento, ni el mostrarle el aula de la patria a aquellos que tuvieran sed de siembra. Que hermosamente lo pincela Miguel Otero Silva en su Elegía Coral, en la quinta voz del coro, la del castillo, cuando haciendo hablar a sus piedras golpeadas por el mar caribe, exclama: "Yo no puedo olvidar la noche que lo trajo/ a mi barco de piedra/ a mis jarcias de hierro, / a mi velamen de soledad y olvido…"[28]. Pero no es solamente ese doloroso hecho lo que el castillo no puede olvidar. Lo que realmente quedó grabado indeleblemente en cada muro de vergüenza, en cada grillo de oprobio, en cada angustia de preso, fue su espíritu indoblegable. Por eso la secuencia martillante de la voz del Castillo: "Pero no puedo olvidar que defendía su alegría/ como se defiende la mecha de un candil del látigo del viento,/ pero no puedo olvidar que escapaba por barrancos/ de luna/ y llegaba hasta el patio donde por el la madre y las hermanas/ eran cigarras de oraciones y naranjas de llanto,/ pero no puedo olvidar que curvado bajo el aire caliente/ de los días de cal viva/ enseñaba a leer a los campesinos presos,/ pero no puedo olvidar que al calor de su hambre/ y a la luz de sus llagas/ le crecía el corazón como una espiga"[29].

Después de muerto el Dictador, es nombrado, en 1937, Inspector de Consulados, puesto al cual renuncia al corto tiempo. Eran más los gastos que tenía que realizar por razón de su cargo que lo que percibía como remuneración (Bs. 2000), pues no tenía gastos de viaje. Al despuntar 1938, forma parte del Directorio Nacional Provisional del PDV (Partido Demócrata Venezolano), mas tarde fue Concejal y posteriormente presidió la Asamblea Constituyente en 1945, cuando Acción Democrática llega al poder. Siempre tuvo una gran preocupación que todas sus cuentas fueran muy claras y pudieran estar sujetas a quien quisiera escrutarlas. Uno podría decir que fue un libro abierto.

En 1942, fallece su hermana, Maria Luisa, que le inspira su Elegía Azul con una estrella: "dulce hermana sin fin, hermana mía, / del mundo entero y de su gente, hermana/ (…) .madre de todo niño, / hija de todo anciano/ centro del pan y corazón del agua…"[30].

En 1944, casa con Lilina Iturbe, a quien había conocido quince años antes en Valencia, y a quien le va a dedicar el mas maduro de sus libros, un libro en que el poeta que ha regresado de tantos mundos, va a plasmar la plenitud de su amor, la generosidad de su entrega y su mensaje de futuro a sus hijos y a todos los hijos de la tierra. Giraluna es una obra en la plenitud, que va a nacer poco antes de la muerte del poeta. Andrés Eloy está en el exilio. El golpe militar del 24 de Noviembre de1948, ocurre cuando ejerce funciones de Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Rómulo Gallegos, y lo sorprende en París en misión oficial. Poco antes del golpe, el 14 de Febrero de 1946, en el acto de la inhumación en el Panteón Nacional de los restos de Pérez Bonalde, pronuncia unas palabras, que son carne viva de la historia de esta tierra: "Nacimos en una tierra de mística telúrica donde no es posible separar las andanzas del ser de las andanzas del suelo…los huesos que aquí yacen, los muertos que aquí moran, se escaparon de mil tumbas a la orilla de mil caminos. ¿Dónde en Colombia, no pudieron detener su viaje? /Dónde en Ecuador no pudieron caer? ¿Dónde en Perú o Bolivia, no pudieron morir? ¿Bajo que techo de tierra, en qué rincón de América, no pudieron para siempre dormir con techo propio?... pocos pueblos Oh padre, como el tuyo, para empezar el texto de una Biblia. Aquí están a tu lado, romeros muertos y no cansados, todavía viajando por la tierra pródiga que enseña y sufre"[31]. Y continúa con unas palabras que constituyen el alma de la tragedia y la grandeza que alberga la patria: ¿Qué fue para nosotros la emancipación, sino un salir de casa, un cruzar de fronteras, un alejarse siempre, un morir lejos, una mujer llorando a la puerta de un rancho y un hombre diciendo adiós desde la curva de un camino? A quien hoy nos respeta por tanto como exportamos nuestro aceite, prefiero quien nos ama por tanto como exportamos nuestra sangre! Aquí están, caminantes, y con ellos, el pueblo cruzador de fronteras, invasor, pero invasor de inversa ley, porque nunca invadieron por quitar algo, sino por darlo todo: fusil, bandera y hombre eran la tierra nuestra, que no crecía más mientras crecía su camino. Y volcanes, y llanos y países, y su tierra seguía con el mismo tamaño; pero en ellos andaba, y uno quedaba recostado al volcán y otro se echaba a morir en la pampa, y uno se sembraba en las costas ardientes y otro en los altos páramos, y éste moría en frío, aquél en fuego, y donde quiera que cayera, a lo largo de América, pueblo de poca gente y hondo mandamiento, el marchar y el morir eran vuelta a la Patria"[32].

Andrés Eloy no regresó a la Patria. Pero la Patria, se volvió amor, esperanza y sueños de futuro en Lilina y en Luis Felipe y Andrés Eloy hijo, mis primos. La Dedicatoria de Giraluna es la conjunción del amor realizado, es la voz iluminada por la esposa y madre: "Aquí está el dónde y el cuándo/ de cuando sueño contigo, / aquí está donde te digo/ lo que te digo soñando"[33]. Y en ese amor, como se desgrana en toda su obra poética y en sus acciones humanas, está presente inseparablemente unida, su vocación de entrega. Para ese libro recibe dos regalos de quien el considera las dos cumbres más altas de pensamiento occidental: Rómulo Gallegos, quien le dedica unas hermosas palabras cuyo titulo basta para entender su contenido: Todo un hombre en un poema., y el otro, Alfonso Reyes quien le dedica unas estrofas en las que pinta diáfanamente la construcción interior del Poeta[34].

Giraluna es amor y es testamento. Es el amor humano decantado, deslastrado de las aristas, elevado en su belleza: "Libro de amor soñaba/ que fuera globo de llevarla en vuelo/ donde el volar acaba/ muere el humano celo/ y empieza el ultra-amor y el sobrecielo……Libro de viaje corto/ que un sorbo se amara y se leyera/ pero entre ocaso y orto/ sus hojas repitiera/ como un regreso de la primavera"[35]. Y al lado de ese amor con nombre y apellido, el otro amor por el también respiraba cada poro de su piel: "Libro de amor: posada/para todo lo hambriento y sitibundo/ y un letrero a la entrada/ le diga al vagabundo: / Aquí se fía en la bondad del mundo"[36].

Y es testamento, pero de futuro, de mensaje a su charro turbulento y a su sabio taciturno. El Canto a los Hijos, como toda Giraluna, es una creación poética que llega a niveles que solo pueden ser medidos con la dimensión del sentimiento. El poeta pasa la antorcha del relevo en la lucha a sus hijos, y al hacerlo no puede menos que seguir enseñando en el aula de la patria, como deben ser los pasos del hombre nuevo: "Por eso en este ocaso, ya es la hora/ de entregarte mi lámpara/ ya me llegó el momento/ de que tu mano encienda la luz que se me apaga…Mi luz, mi pobre luz a ti confío/ farol en tu pasillo, veladora en tu cama;/ No digas que es linterna para encontrar a un hombre/ sino luz de sereno que ayude a los que pasan. En las noches sin luna, cuélgala en el camino/ en las de tempestad ponla en la playa, / haz de mi luz un hecho que ilumine tu mano/ y de tu mano un hecho de tierra iluminada"[37].

Un testamento poético implica una revelación de lo que se es. Andrés Eloy, era integralmente poeta, y así lo confiesa a sus hijos con una sencillez nacida de quien habla a corazón abierto porque es todo corazón: "Más vale que os confiese de la mejor manera/ lo que quien sabe cómo, va a contaros cualquiera/ sabed que soy poeta, hijos míos un hombre,/ que nombre y que camina sin camino sin nombre/ (...) Soy el poeta, hijos, casi nada en la vida,/ lo que abrasa en la sed/ lo que duele en la herida/ lo que quiere elevarse después de la matanza/ con un ala hacia el suelo y otra hacia la esperanza/ lo que muere en la guerra y expira en los despojos/ y un poco de esa gota que tiembla en vuestros ojos"[38].

Los hijos del poeta, no son solamente sus hijos, son también todos aquellos que tienen derecho a crecer y vivir en un mundo en paz, porque en ellos están todos los niños que ríen y lloran, pues "basta para que salga toda la luz de un niño/ una rendija china o una mirada japonesa"[39]. El futuro es de ellos que reclaman su espacio, son: "la fe que pide sitio, la voz que pide cancha/ la humanidad que cuelga de las manos sin mancha/ el alma innumerable de la lira sin dueño"[40].

En el Canto a los Hijos, está la voz de un hombre, de un poeta, que le entrega a sus hijos, a todos los hijos de su patria, una enseñanza de vida, un legado de amor y una lección de bondad.: "Si alguien te pide tu sabiduría, dásela/ aunque se niegue a creer en tu credo/ Si alguien te pide un pedazo de pan/dáselo y no preguntes bajo que tienda va a comerlo; si alguien te pide tu amistad/dásela, aunque no piense como tu pensamiento (…).. La Verdad, sólo ella en tu conducta/ tan solo la Verdad en tu cerebro/ pero que al corazón le quede algo/ de las dulces mentiras que te enseño: que en el profundo bosque son verdades/ las fábulas del tigre y el conejo/ Que el mundo tiene un pájaro que habla/ un agua de oro, el canto de madero/ y un corazón que marcha, sin mirar hacia atrás/ hasta llegar a ellos. Que ha de volver sobre el caballo flaco/ con Sancho al lado el hondo caballero/ que el día es del trabajo y del amor la noche/ que no hay casa sin pan/ que el hombre es bueno/ que el pez navega por lo azul del agua/ y el ave vuela por amor al viento"[41].

Andrés Eloy Blanco, fue la voz de un canto mezclado, con la sangre, el sueño y la esperanza de un pueblo. Fue la voz de los niños que carga la tierra de los barrios sin nombre, la voz del páramo escondido entre nubes de frailejones, la voz de la patria dolida y doliente pero enhiesta, y que, para decirlo con el coro del pueblo en la Elegía Coral de Miguel Otero Silva, "a todas partes llega, vivo y erguido sobre su muerte, como sobre un caballo"[42].

ARY

Bogotá, 7 de Septiembre de 2006.


[1] Canto a los hijos: Clase. En Andrés Eloy Blanco. Obras Completas. Tomo 1 – Poesía. Ediciones del Congreso de la República. Caracas 1973, p. 650

[2] Canto a España. En op. cit. p. 88

[3] Ibidem, p.89

[4] Ibidem, p. 94

[5] Ibidem, p. 95

[6] Ibidem. p. 96

[7] Ver Rodríguez Iturbe, José. Diálogo con el Poeta en la Montaña. En Andrés Eloy Blanco, voz de pueblo en la montaña. José Agustín Catalá, editor. El Centauro, ediciones. Tovar, Mérida, 15 de Enero de 1999. p.8

[8] Doña Bárbara, de lo pintado a lo vivo. Publicado en México y reproducido en el Diario El Nacional el 2 de marzo de 1958. Escrito como un homenaje a Rómulo Gallegos. Tomado de Andrés Eloy Blanco. Obras Completas. Tomo II – Vol. 1. Periodismo. Ediciones del Congreso de la República. Caracas, 1973. p.545

[9] Ibidem. p. 546

[10] La Juana Bautista. En Andrés Eloy Blanco. Obras Completas. Tomo 1- Poesía. op.cit. p. 557

[11] Canto de los Hijos en marcha. Ibidem. pp. 428-430

[12] Pesadilla con Tambor. Ibidem. pp 455-457

[13] Dedicación de la mañana a Jesús de Galilea. Ibidem. pp.417-418

[14] Cuentas Claras. Andrés Eloy Blanco. Obras Completas. Tomo II – Vol. 5. Periodismo. op. cit. p. 547

[15] Ibidem. p. 549

[16] A dos años de su Luz. Andrés Eloy Blanco. Obras Completas. Tomo 1 – Poesía. op. cit. pp. 534-535

[17] El Regreso a la madre. Ibidem. p. 82

[18] Al mar los grillos en nombre de la Patria. Discurso en el acto de echar al mar los grillos del castillo "Libertador", en Puerto Cabello, en Febrero de 1936. Andrés Eloy Blanco. Obras Completas. Tomo III – Discursos. Ediciones del Congreso de la República. Caracas 1973. p.4

[19] Ibidem. pp. 4-5

[20] El Poeta Andrés Eloy Blanco. Discurso pronunciado por Miguel Otero Silva, en Cumaná, para inaugurar el busto de Andrés Eloy Blanco. Ver Andrés Eloy Blanco, en escritos de Miguel Otero Silva. Edición homenaje a 100 años de su nacimiento en Cumaná. José Agustín Catalá, editor. Caracas 1996

[21] Baedeker 2000. Dedicatoria.

[22] Juan Bimba. En Andrés Eloy Blanco. Obras Completas. Tomo 1 – Poesía. op. cit. p.263

[23] Ver en Ibidem. p.475

[24] Carvajal en Ibidem. p.474

[25] Palabreo de la Loca Luz Caraballo, en Ibidem. p.514

[26] Palabreo de la Recluta, en Ibidem. pp. 515-516

[27] Autorretrato, en Ibidem. p.263

[28] Elegía Coral a Andrés Eloy Blanco. Ver Andrés Eloy Blanco en escritos de Miguel Otero Silva. op. cit. p.65

[29] Ibidem. p.67

[30] Elegía Azul con una estrella. En Andrés Eloy Blanco. Obras Completas. Tomo 1 – Poesía. op. cit. p.673

[31] Pérez Bonalde, El Poeta y el Pueblo. Discurso en el Acto de la inhumación en el Panteón Nacional de los restos del poeta J. A. Pérez Bonalde, el 14 de Febrero de 1946. Ver en Andrés Eloy Blanco. Obras Completas. Tomo III – Discursos. op. cit. pp. 191

[32] Ibidem. pp.191-192

[33] Ver en Andrés Eloy Blanco. Obras Completas. Tomo 1 – Poesía. op. cit. p.581

[34] Ambas lecturas y otros regalos, pueden encontrarse en Regalos a Giraluna, en Ibidem. pp.583-587

[35] Giraluna: Liras Trenzadas. Ibidem. p 593

[36] Ibidem. p.595

[37] Canto a los Hijos: Coloquio bajo el ciprés. En Ibidem. pp. 661-662

[38] Canto a los Hijos: Confesión. En Ibidem. pp. 653-654

[39] Canto a los Hijos: Los hijos infinitos. En Ibidem. p. 655

[40] Canto a los Hijos: Pórtico. En Ibidem. p. 647

[41] Canto a los Hijos: Coloquio bajo el laurel. En Ibidem. pp. 659-660

[42] Elegía Coral a Andrés Eloy Blanco. op cit. p. 99.

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