No se como llamarte, ni si bastan mis manos extendidas para apresar el grito del relámpago, mis ojos angustiados protegiendo la puerta de los sueños, mi cuerpo acorazado respirando la magia de la vida. Tiembla mi entraña con la voz de la semilla, mis brazos ramas aferran a la tierra igual que el primer dia del primer milenio cuando rasgó la sangre tu quejido y amanecieron el amor y el miedo.
Se pararon los relojes. Ya ninguno da la hora. Es tiempo de silencio. Hoy morí. No hubo tiros ni batalla. Sólo un muerto. No hubo nadie que me viera. La lluvia, tal vez, y el viento. Y el reloj que se durmió.
Que soledad tan rotunda cuando se muere por dentro. La sangre que gota a gota en telarañas se vierte. Y es que es tan duro, tan duro, morirse así, tan despierto. Quedarse con estas manos, seguir viviendo este cuerpo. y dejar que ls palabras se quiebren como los huesos.
No hay fosa para cubrirse ni piedras como recuerdo, ni llanto de familiares, ni estómagos descompuestos. Sólo esta falta de aire, este nudo que me aprieta, estos pulmones que gritan como los mudos que lloran Y estas uñas que se clavan sobre una piel que está viva, sobre unos ojos nublados y unas luciérnagas ciegas.
Se pararon los relojes. Volvieron a funcionar. No hubo tiros ni batalla, ni sangre, gritos o rabia, Sólo un muerto.
Yo no se si a ti te pasa lo que a mi Me pasa. No es amor, ni es añoranza, ni recuerdo de unas noches ni pasión que todavía rompe olas o se esconde entre las sábanas. No es la sangre que palpita si te escucho, ni siquiera es la rabia, ni el pensar que en otra vida, quizás pudo dibujarse un verde campo y degustarte entre las flores perfumada. No es el saco sin llenar que llevo a cuestas ni la lluvia que empapaba nuestros cuerpos, ni la angustia, ni el dolor, ni la alegría que mezcladas fueron parte de tu encuentro y de mi encuentro.
No es pasado ni presente lo que a mí Me pasa. Tardé tiempo en descubrirlo atisbando en madrugadas el sonido de los grillos y las hojas aleteando. Dejando partir mi cuerpo, viendo como se alejaba. Fue tan simple la respuesta y tan preciso el dibujo. Fue tan obvio que el silencio pintó surcos en el aire. Y en su corazón de mudo brotaron sombras y sombras. Sombras y sombras y sombras.