jueves, 18 de marzo de 2010

COSAS QUE PASAN

Foto ARY


Podría jurarle Licenciado, que la culpa de todo este embrollo la tiene el arbolito. Ese pusilánime y enjuto pinito que estaba allí plantado, en la esquina izquierda de este jardin que meticulosamente había planeado en largas horas de observación: Un grupo de geranios formando un corazón que contendría un injerto de rosas amarillas, nada de rojas Licenciado, muy vistas; cuatro metros a la derecha y en linea recta hacia el fondo, cien de los mejores bulbos de tulipanes; en el centro -y bordeando un sinuoso y estrecho empedrado- gladiolas salpicadas, y hacia la izquierda un grupo de hermosos y altivos pinos importados, de esos que se admiran en los folletos de viajes invernales; selecciones de hortensias en los contornos, lanzas de girasoles apuntando al sol, uno que otro robusto árbol vigilante de la grey. Todo ello, con un aderezo de claveles estratégicamente distribuídos porque, como Usted bien sabe, duran más que las rosas y desprenden un perfume muy delicado. Un pequeño jardin para la contemplación y el sosiego, relax como dicen ahora.

Cuando la Señora me llamó para encargarme de su cuidado - de su creación, propiamente hablando- no pude negarme. Decirle que no a sus ojos de nubes tormentosas, a ese olor de tierra recien mojada que emanaba de su piel, fue imposible Licenciado. Usted seguro conoce el dicho: "el espíritu es fuerte pero la carne es débil", y mi debilidad siempre han sido las pieles de avellana lustrosa y cabellos de azabache.

Entendámonos bien, nada más lejos que tener ideas equívocas o pensamientos libidinosos. Nunca Licenciado, porque, usted verá no se trataba de mis arrebatos fantasiosos con la señora. Esos quedaban siempre guardados en los recovecos de este corazón. Yo sabía que a la señora no podía recitarle aquel poema –usted que es muy culto quizá pensará que es cursi, pasado de moda- de un señor Buesa, que mi madre solía repetir hasta el cansancio, aun años después de haberse ido con su segundo marido, de esos que hacian derramar unas cuantas lágrimas a las muchachas de mi pueblo y que casi nunca fallaban. Era una fija para conquistar y después …bueno… usted sabe… Licenciado. Me acuerdo todavía frases: “Pasarás por mi vida sin saber que pasaste…pasarás en silencio por mi amor y al pasar/ fingiré una sonrisa como un dulce contraste/ del dolor de quererte … y jamás lo sabrás”. Ahh y ese final..ese final que uno soltaba las palabras suavecitas, cálidas, tiernas, con ojos de cordero degollado: “ Y si un dia una lágrima denuncia mi tormento/ el tormento infinito de quererte olvidar/ te diré sonriendo/ ¡no es nada! Ha sido el viento/ Enjugaré mi lágrima../ y jamás lo sabrás.

Todo iba bien –cómo podía ir mal-, ganaba lo suficiente, tenía mi casita al fondo de aquel jardin, justo donde comenzaba a ponerse agreste, porque a la señora le gustaban los contrastes. Y mis tres comidas diarias. No quería más. Soy hombre de gustos simples. De donde vengo tres comidas es un lujo. Café y pan duro para comenzar el día y después a media tarde una sopa bien llena de lentejas con morcilla. Y ya. Ni siquiero bebo. El alcohol mata. Si no que lo diga mi compadre –que en paz descanse- No he visto borrachera igual. La “Araña de Plata”, así se llamaba aquel bar, o aquel antro, o aquel tugurio (¿ve usted como yo tambièn tengo algo de letrado?), nunca fue lo mismo después de aquella noche. Dos muertos Licenciado, por una botellita de Cocuy y unas piernas saludables. Mi abuelo los mató a los dos. Se jugó a Rosalinda. Y cuando llegaba a su casa con su botellita y las piernitas saludables le vino el infarto. Fulminante. Tenía 58 años. la misma edad mía, si tengo que creer a mi mamá cuando presentó a aquel bebé de kilo y medio y sietemesino. Porque sabe usted? Ahora es muy fácil saber de quién es hijo quién. Pero antes Licenciado, aceptar que uno era hijo de su papá y su mamà, constituía prácticamente un acto de fe. Y más de donde yo vengo.

Pero volviendo a lo nuestro. Discúlpeme estos cambios tan bruscos. Estoy tratando de ordenar mis ideas. (¿Se acuerda cuando tocaron a mi puerta preguntando por la Señora? Y la cara de tonto que puse.) La Señora tenía su vida, como todos. Yo nunca presté atención ni me asomaba por la ventana de la cocina, cuando se celebraban aquellas fiestas. Pero cómo corria el whiskey Licenciado. Y del bueno. Ella no reparaba en gastos cuando de fiestas se trataba. Tampoco en gustos. Que se lo digo yo. Pero a mi me contrataron no solo por ser buen jardinero sino también por discreto; por eso, cuando ella entró en mi habitación yo intentaba dormir. Había sido una de esas noches de fiesta y la música y los gritos me sobresaltaban. ¿Dije gritos? Bueno, si los hubo, Pero eso fue al final, porque primero fueron las carcajadas y el baile. Podía oir los taconeos, trajeron un conjunto de flamenco con músicos y todo. La señora entendía lo que significaba divertirse. Y déjeme decirle que esa noche se divirtió.

¿Que cómo lo supe? Los hombres sabemos de esas cosas. Además cuando todavía no había salido el sol (yo no uso reloj Licenciado…me pregunto si lo ha notado), sentí unos pasos my suaves, de alguien descalzo alrededor de mi cama. No soy cobarde, pero tuve miedo. Era noche de octubre. Era luna llena. Y en octubre cuando hay luna llena suceden cosas raras. Mi mamá siempre me contaba historias de las noches de octubre y luna llena. Historias que me dejaban temblando. Hasta que sentí su voz y su mano de noche enfiebrada tocándome el hombro. Y yo no quería, le juro que no quería abrir los ojos, por que yo estaba durmiendo, y ella estaba en la fiesta y todo era un sueño.

Hasta que sentí el aliento de su boca en mi oido y su voz llamándome, sin prisa pero con insistencia. Imposible resistirse a esa voz. Quizá si le digo que era una mezcla del perfume de los tulipanes y la frescura de los pinos al amanecer tal vez me acercaría algo a su textura. Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue una pequeña mancha roja. No vi rostro, ni brazos, ni cuerpo. Sólo una pequeña mancha roja que fue agrandándose a medida que adquiría lucidéz y mi vista se aclaraba.

Después vino su vestido esmeralda, su collar esmeralda, su anillo esmeralda, sus ojos esmeralda. Y su súplica: Tenés que ayudarme, veni…veni… tomá esa pala y seguíme. Ella era del Sur, Licenciado, de donde se beben los mejores tintos Malbec y se degusta el mas sublime dulce de leche… ¿Se fija que tengo algo de mundo?

¿Qué podía hacer yo? ¿Negarme? Nunca he podido hacerlo cuando me miran a traves de unas lágrimas y con el sonido de una angustia que atraviesa la piel. Así que me levanté, agarré la pala sucia de la entrada y la seguí.

Cuando llegamos al pinito que estaba en la esquina izquierda del jardín, casi rozando los geranios, me pidió que abriera un hueco grande como para que cupiera una persona adulta. Así me dijo. Una persona adulta. Yo no entendía nada Licenciado, solo veía esos ojos cubiertos de arco iris mirándome fijamente. Hasta que reparé en la sombra detrás del pino. Y cuando mi vista se acostumbró a la oscuridad, la sombra adquirió unas lineas y las lineas se transformaron en una figura, y la figura estaba rescostada del arbolito y una gran mancha roja cubría irregularmente su cuerpo.

¡Cómo no iba a ayudarla! Ella era tan frágil y sus manos inmaculadas no parecian haberse ensuciado nunca con un plato o planchando unas sábanas. Así como lo oye, aunque estemos tan lejos uno del otro. Quizá hasta hubiéramos llegado a ser buenos amigos. Siempre quise ser polícía, de los que investigan casos de crímenes refinados. ¿Sabía Licenciado, que los crimenes refinados son cometidos principalmente por mujeres?.

Mi trabajo estaba casi terminado y me aprestaba a cubrir de tierra mojada un cuerpo desconocido, cuando mi vista se percató de un gran bolso gris con reiteradas marcas de uso. Horas mas tarde me atreví a abrirlo, no encontré libros ni medicinas. Puro billete Licenciado, de los gordos. Fue uno de esos instantes, según mi mamá, que el hombre está forzado a tomar decisiones que no gustan pero se acatan.

Yo no tuve necesidad de tomarlas. Fue el pinito que las tomó por mi. El pinito que estaba justamente detrás de la señora, cuando resbaló y dio con su nuca un golpe seco contra el tronco. Son duros esos pinos, nadie mejor para saberlo que la señora, a quien traté de hacer reaccionar durante horas, `pero estaba muerta Licenciado.
¿Ya entiende por qué tomé el bolso de desproporcionada contextura?

Estoy seguro que cuando lea esta carta y contemple las fotografías que contiene, llegue a la conclusión que me encuentro en alguna isla del pacífico sur, disfrutando de sus calurosas y plomizas aguas. Y tendrá razón.

ARY

martes, 9 de marzo de 2010

PARA DARTE

Foto ARY


Tengo para darte mis palabras. Son pedazos de tierra removida,

de canciones inconclusas, una mezcla de páramos y truenos, de

rabias y vendimias, sinfonías atonales y algún

canto de siembra.

Todavía guardan sueños mis palabras, cuando te miran y se quedan ciegas,

cuando te hablan sin ningun sonido y

en silencio perfecto te describen, cuando rozan tu carne

y penetran tu piel, y beben tu sudor y se nutren

del aire que respiras.

Entonces se hacen vida mis palabras, se hacen cuerpo y pasión y sed

y hambre, se hacen noche y tormenta,

se convierten en ríos para traerte el agua cristalina,

en montañas de flores para entregarte un ramo

cada día.

Se convierten en ti, para llevarte en cada pensamiento,

para llenar tu cuerpo de temblores y degustar tu savia enfebrecida,

para esculpirte en cada movimiento y sembrar

tu esperanza con la mía

Ante tu puerta entrego mis palabras

Como decir mi vida.


ARY